Líneas de lápiz

pasajes, emociones, imágenes.

Tag: vida

La ternura.

Pero era, sobre todo, la vehemencia oscura que Martín ponía en todo lo que hablaba, lo que determinó la ternura de María: muy pronto se dio cuenta de lo que a Martín, con toda su inteligencia, le faltaba: le faltaba ella misma: un cierto buen humor sencillo, un mundo no muy extraordinario, confortable y seguro: le faltaba la ternura que vuelve comprensibles y tratables gran parte de las dificultades de la vida.

El metro de platino iridiado, de Álvaro Pombo (1990)

Imagen: “Quappi in rosa”, por Max Beckmann (1934)

El equilibrio.

José Félix comprendía que se hallaba en el borde de un mundo nuevo y corrompido, que sin embargo le atraía. Aquello halagaba la parte más subterránea y delicada de su espíritu. Un resto de higiene moral, de sanidad, le hacía sin embargo mirar con disgusto aquella noche desquiciada.

Madrid de corte a cheka, de Agustín de Foxá (1938)

Imagen: “Joaquín Sorolla García sentado”, por Joaquín Sorolla (1917)

La cobardía.

Y aquí me tienen ustedes, incapaz de poner remedio, espectador de un drama sórdido, que no llega a tragedia porque el remedio existe, aunque no esté a mi alcance, por mera cobardía.

Filomeno, a mi pesar, de Gonzalo Torrente Ballester (1988)

Imagen: “Jardín de la Villa Médicis en Roma, Entrada de la gruta”, por Diego Velázquez (1630)

La vida en torno.

Pero también aprendió el niño, junto al abuelo Román, a intuir la vida en torno. En el pueblo, las gentes maldecían la soledad, y ante los nublados, la sequía o la helada negra, blasfemaban y decían: «No se puede vivir en este desierto». El Nini, el chiquillo, sabía ahora que el pueblo no era un desierto y que en cada obrada de sembrado o de baldío alentaban un centenar de seres vivos. Le bastaba agacharse y observar para descubrirlos. Unas huellas, unos cortes, unos excrementos, una pluma en el suelo le sugerían, sin más, la presencia de los sisones, las comadrejas, el erizo o el alcaraván.

Las ratas, de Miguel Delibes (1962)

Imagen: “Im Wald”, por Rudolf Höckner (1909)

El duelo.

chwfueuugaa_0hz

Yo a mamá la echo de menos muchas veces, pero nunca cuando vengo al cementerio, por eso no lloré. Estaba, al contrario, muy alegre con el sol a la espalda y unos pájaros que cantaban en los cipreses.

Entre visillos, de Carmen Martín Gaite (1957)

Imagen: “Dahlis cactus rouges”, por Gustave Caillebotte (c. 1892-1893)

El interior.

fronts-n-3214-00-000013-wz-pyr

Nos miramos por dentro y vimos allí confusos sueños, formas de amor, ansias de riqueza y miedo a la muerte.

Viaje a pie, de Fernando González (1929)

Imagen: “A Man seated reading at a Table in a Lofty Room”, por un seguidor de Rembrandt (c. 1628)

La juventud.

Fotografia-facilitada-por-la-c_54374784246_54028874188_960_639

Guadalajara no era su patria; en Guadalajara sólo había vivido seis meses. No le había pasado allí nada de particular. Él, que había amado desde los ocho años en todos los parajes que había recorrido, no había alimentado en Guadalajara ninguna pasión; no había hecho allí sus primeros versos, ni los que después le parecieron inmortales; allí había estudiado aritmética, y álgebra y griego, y se había visto en el cuadro de honor, y… nada más. Pero allí había tenido los doce o trece años de un espíritu precoz; allí había vivido siglos en pocos días, mundos en breve espacio, con un alma nueva, un cuerpo puro, una curiosidad carnal, todavía no peligrosa. ¡Cómo era la vida, y cómo se la figuraba cuando él habitaba aquel pueblo triste!

Superchería, de Leopoldo Alas “Clarín” (1892)

Imagen: “Niños en la playa”, por Joaquín Sorolla (1916)

La política.

22831820611_d4548cecf9_z

Te juro que, cuando se os escucha, podría creerse que todas las cuestiones han sido felizmente resueltas, y que todos los peligros se han desterrado para siempre, y que se han allanado todos los caminos y que ya solamente queda ponerse en marcha. Ahora bien, en la vida no hay nada resuelto ni puede resolverse nada fácilmente; ni existe la esperanza de una solución completa; muy por el contrario: todo es difícil y complicado, todo se paga con creces, y para alcanzar la meta hay que superar una serie de riesgos enormes, desproporcionados […] El hombre se tortura durante toda su vida, nunca tiene lo que necesita ni, mucho menos, lo que desea. Con teorías como las vuestras, se limita a satisfacer su eterna necesidad de juego, a halagar su vanidad, engañándose y engañando a los demás. Ésta es la verdad, o, si prefieres, lo que yo creo que es la verdad.

Un puente sobre el Drina, de Ivo Andrić (1945)

Imagen: “Vinstue. Ravello”, por Peder Severin Krøyer (1890)

La bendita noche.

Albert Bierstadt cloudy study moonlight c.1860

Y no es demasiado difícil hablar del joven Jim después de un banquete, a doscientos pies por encima del nivel del mar y con una caja de buenos puros a mano en esta bendita noche, tan llena de frescura y de la luz de las estrellas, una noche que haría que el mejor de entre nosotros olvidara que estamos aquí sólo para sufrir y que tenemos que encontrar el camino sin pistas fidedignas, vigilantes en todo momento y atentos a todo paso irremediable, con la confianza de que aún con todo nos las arreglaremos para despedirnos decentemente cuando todo esto se acabe -pero, al fin y al cabo, no muy seguros de lograrlo-, y con la conciencia de que podemos esperar bien poca ayuda de aquéllos con los que estamos codo con codo, tanto a derecha como a izquierda.

Lord Jim, de Joseph Conrad (1900)

Imagen: “Cloudy Study, Moonlight”, por Albert Bierstadt (c. 1860)

La inquietud.

CZSCcfqWcAEuc5-

No quiero aprender a vivir, sino descubrir la vida de una vez y para siempre.

Juntacadáveres, de Juan Carlos Onetti (1964)

Imagen: “Portrait d’Auguste Renoir”, por Fréderic Bazille (1867)